«LOS COSTOS DE QUERER QUEDAR BIEN CON DIOS Y CON EL DIABLO”

Por Flavio E. Buchieri. Dr. en Economía. Profesor, investigador y consultor. Director Ejecutivo de El Club de Negocios. www.flaviobuchieri.com

El viernes de la semana pasada, a fines de enero, el Presidente Alberto Fernández anunció los lineamientos generales de lo que, en principio, era el borrador del acuerdo al que Argentina arribaría con el FMI por el pago de los U$S 44.000 millones que se le adeudan. Esto calmó las aguas y pretendió marcar una hoja de ruta no sólo para intentar resolver este problema sino, en particular, los otros desequilibrios que tiene el país. La “buena nueva”, sin embargo, se agotó sin más prisa ni pausa que lo que implica, al menos eso parece, una mera impostación.

Y decimos lo último expuesto porque lo que en principio implicaba un encarrilamiento de la economía fue luego desmentida o abortado por los principales actores involucrados. Primero, el FMI, que aclaró que lo anunciado por Fernández era el principio de una negociación que aún estaba en pañales y que, entre otros aspectos, la reducción programada del déficit fiscal implicaba, al menos y según algunas estimaciones preliminares, subas de tarifas públicas de servicios de luz y gas, en promedio, de un 40% para toda la población (ni qué contar para los residentes con mayores ingresos). Nadie sabe, por otro lado, si esto alcanza o bien se pedirán ajustes mayores ya que toda la ingeniería para estimar la sustentabilidad del acuerdo aún está en discusión.

Pero, por otro lado, la renuncia del hijo de la vice-presidente, Máximo Kirchner, blanqueó que los supuestos avales internos para la negociación encarada por el Ministro de Economía, Martin Guzmán con el propio FMI, no existían. La renuncia de Máximo Kirchner, sin que su madre haya hablado todavía al respecto, es una clara indicación que la coalición de gobierno está muy debilitada para enfrentar el principal desafío de la administración del Presidente Alberto Fernández porque, aún con un acuerdo muy laxo con el FMI, hay que hablar de ajuste y esto, como todo el mundo lo sabe, augura malos resultados para las elecciones presidenciales del 2023. Más aún cuando el acuerdo deja la sensación que, si se firma, es sólo un puente para verdaderamente arreglar la solución del problema con el próximo presidente del país.

Ahora bien, lo que más llama la atención fueron las declaraciones de Alberto Fernández en Rusia cuando, con mala información y argumentación, insinuó que el problema de la deuda del país es responsabilidad de los Estados Unidos y del propio FMI. No sabemos bien si las mismas son un intento por congraciarse con su propio frente interno -que sabemos es pro-Rusia y pro-China- sino que son inoportunas por la fenomenal ayuda que el propio Presidente Joe Biden ha tenido con Argentina para destrabar el esbozo de acuerdo con el FMI que el propio Fernández proclamó unos días atrás. Esto es grave porque el mundo no se mueve con el estilo de hacer política que últimamente reina en Argentina: un discurso afuera y otro adentro. Pero, para colmos, el discurso para afuera es, también hoy, confuso y contradictorio.

¿Cuál es el resultado de este entuerto? Pues muy simple: Alberto Fernández no puede encolumnar a su coalición de gobierno en lo que constituye su principal desafío: si se acuerda con el FMI, se accede así a una pobre, pero al menos existente hoja de ruta para guiar al país en la transición hacia el próximo gobierno del país. Si no se accede, la situación económica se va a agravar y, con ella, los riesgos de una desestabilización institucional son más propensos a ser instalados, estimulados y justificados.

Los políticos piensan en su futuro y en el de su propio espacio de poder. Aun cuando la reputación a la que se arribe sea muy baja y, con ella, se vean afectadas las posibilidades de una mínima estabilización en las principales variables del país. Es claro por qué Argentina convive con alta pobreza, alta inflación y conflicto social creciente. Esto no es un modelo de país. Pero, por ahora, nadie parece tener uno claro para mostrar a la sociedad. Y, peor aún, es generar expectativas que Rusia y China van a acudir en ayuda del país. Parece que no se entiende bien cómo funciona el poder y la geopolítica. Pero, lo peor aún, es la imagen banal que se intenta brindar. Pobre Argentina. Pobres nosotros!!!

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